22/03/2025

6ª HDP – De las 10 a las 11 de la noche

Oh Jesús, delicia de mi corazón, veo que la multitud de todos los pecados, nuestras miserias, nuestras debilidades, los más enormes delitos, las más negras ingratitudes, te vienen al encuentro, se arrojan sobre ti y te aplastan, te hieren, te muerden… Y Tú, ¿qué haces? La sangre que te hierve en las venas hace frente a todas estas ofensas, rompe las venas y en copiosos arroyos brota fuera, te empapa todo y corre hasta la tierra, dando sangre por ofensas, Vida por muerte… ¡Ah, a qué estado te veo reducido, estás expirando ya! Oh bien mío, dulce vida mía, no te mueras, levanta la cara de esta tierra que has mojado con tu sangre preciosísima, ven a mis brazos y haz que yo muera en vez de ti… Pero oigo la voz trémula y moribunda de mi dulce Jesús, que dice: «¡Padre, si es posible, pase de Mí este cáliz, pero hágase no mi voluntad sino la Tuya!» Ya es la segunda vez que oigo esto de mi dulce Jesús. ¿Pero que es lo que me quieres hacer comprender con estas palabras: «Padre, si es posible pase de Mí este cáliz?» Oh Jesús, se te hacen presentes todas las rebeliones de las criaturas, ves por casi todas rechazado aquel «Hágase tu Voluntad» que debía ser la vida de cada criatura, y éstas, en vez de encontrar la vida, encuentran la muerte; y Tú, queriendo dar la vida a todas y hacer una solemne reparación al Padre por las rebeliones de las criaturas, por tres veces repites: «¡Padre, si es posible pase de Mí este cáliz», es decir, «el cáliz amargo de que las almas, separándose de nuestra Voluntad, se pierdan». «Este cáliz es para Mí muy amargo; sin embargo, no se haga mi voluntad, sino la Tuya».

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