
Volumen 3 – Diciembre 25, 1899
“Mi corazón desde que nací lo tuve siempre ofrecido en sacrificio para glorificar al Padre, para la conversión de los pecadores y por las personas que me rodeaban y que más me fueron fieles compañeros en mis penas. Así quiero que tu corazón esté en continua actitud, ofrecido en espíritu de sacrificio por estos tres fines”.
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En este tercer domingo de cuaresma el Evangelio nos sigue llamando a la conversión propia del corazón, y a la oración por la conversión del mundo. Tengamos paciencia como el viñador con la higuera para esperar los frutos de la conversión de las personas que nos rodean y por la extensión del Reino en la tierra como es en el Cielo.
Tomemos estas palabras del Libro de Cielo para tener ese mismo espíritu de sacrificio que Jesús, para que sienta repetir Su vida en nosotros, y nuestro obrar sea un continuo girar por esos tres fines.
FIAT
Fdo. Elena