En el post pasado hablamos del gran mal que hace la voluntad humana separada de Dios. Para quien vive en Voluntad Divina todo es luz y todo se convierte en luz, aún los momentos más difíciles y más oscuros de la vida.
Hoy hablaremos de cómo traer esta luz divina a tu vida a través del desapego. «Tú debes saber que toda mi alegría era tener en mi regazo a mi querido Hijo Jesús, pero el Querer Divino me hizo entender que lo pusiera en el pesebre a disposición de todos, a fin de que quien lo quisiera pudiera acariciarlo, besarlo y tomarlo entre sus brazos como si fuera suyo; era el pequeño Rey de todos, por lo tanto tenían el derecho de hacer de Él una dulce prenda de amor, y Yo para cumplir el Querer Supremo me privé de mis alegrías inocentes, y comencé con las obras y los sacrificios el oficio de Madre, de dar a Jesús a todos». Día 20 de la Reina del Cielo.
Jesús nace, y en este acto la Virgen da una gran lección sobre el desapego. Nos enseña con ejemplos de su vida que debe primar siempre el Divino Querer. Y una cosa nos llevará a la otra, porque para que prime el Divino Querer tengo que hacer mis actos continuos llamando en todo a la Voluntad Divina, haciendo mis pequeños giros, fundiéndome y abandonándome. Queriendo realmente vivir el desapego.
«La Divina Voluntad es exigente, -nos habla María el día 20- quiere todo, incluso el sacrificio de las cosas más santas. Por eso querida hija, sé atenta y no niegues jamás nada a la Divina Voluntad bajo cualquier pretexto».
Lo primero es tener atención de no negar jamás nada a la Divina Voluntad. Por eso, en tus actos, planes, deseos aún santos, tenemos que tener disposición del desapego. La Virgen, con amor materno, hubiera querido tener a Jesús siempre en sus brazos, pero el Querer Divino le hizo entender que lo pusiera en el pesebre a disposición de todos.
Cuando estamos apegados a cosas santas puede impedir que los designios de Dios obren sobre nosotros, y ahí esta el ejemplo de María, si Ella hubiera estado apegada a su vida en el templo donde había crecido, donde era feliz, donde había hecho esa promesa de virginidad, no hubiera aceptado casarse.
Pero para Ella la felicidad no era el estar en tal o cual sitio, no era desempeñar tal o cual oficio, su felicidad era la Divina Voluntad, y Esa la podemos tomar y tener en todo momento y en todo lugar.
No podemos estar apegados a nada, ni a grupos, ni a comunidades, ni a sacerdotes, ni el sacerdote a su feligresía, porque en el momento que lo cambien de parroquia puede sufrir.
De cuántas cosas no se privó nuestra Madre para darle vida a la Vida Divina de Dios, y comenzó el oficio de Madre de dar Jesús a todos.
La enseñanza divina de hoy es aprender a vivir el desapego tal como lo hizo nuestra Madre, tener la disposición de soltar aquello que el Querer Divino nos pida haciendo siempre nuestros actos en unión con la Divina Voluntad .
FIAT.