Hoy entramos en una nueva serie de breves catequesis que nos llevarán, a través de la vida pública de María, a entrar en sus actos para tomar los bienes divinos internos que contienen.
Este período de su vida es más conocido por nosotros por los Evangelios y los misterios del rosario.
Nos guiaremos de las meditaciones del libro de la Reina del Cielo para entrar en el Ad-Intra de estos actos que son:
- El exilio o la huida a Egipto.
- La Vida en la casa de Nazareth.
- Jesús perdido y hallado en el Templo.
- Las bodas de Caná.
- La vida pública de Jesús.
El tema de hoy es el exilio o huida de la Familia Sagrada a Egipto.
Un tema recurrente en la Reina del Cielo y sus lecciones es hablarnos del mal de nuestra voluntad a modo de conocimiento, de advertencia, como si nos dijera: “no sigas por ese camino”. Esto nos lo enseña María con ejemplos de su vida.
Estamos en el momento en que la Sagrada Familia tiene que huir a Egipto; y María, a través de este acto, quiere darnos sus lecciones sobre los graves males de la voluntad humana. El ejemplo más claro es el de la matanza de los inocentes llevada a cabo por Herodes, porque al enterarse de que un Rey había nacido, y temiendo ser destronado, decide matar a todos los niños menores de dos años. A partir de esta circunstancia sucede el exilio de la Sagrada Familia.
Ya sabemos que todo lo que hace Jesús tiene un movimiento interno, un bien divino; y es lo que ocurre en este acto del Exilio, símbolo de la llamada a la criatura de que ya no viva más en tierra extraña sino en el Reino del Fiat Supremo. La Virgen sufre con su familia ese dolor de ser exiliada lejos, y por los méritos de ese dolor, nuestra voluntad humana debe salir del exilio de su querer y regresar a la querida patria de la Divina Voluntad.
Egipto simboliza la voluntad humana, una tierra llena de ídolos, pero por donde pasa Jesús echa por tierra estos ídolos. ¿Y cuántos ídolos no posee el querer humano? Ídolos de vanagloria, de estima propia, de pasiones que tiranizan a la pobre criatura. Hacemos ídolos de nuestro trabajo, de la economía, de nuestro cuerpo. Hacemos ídolos a familiares, y hasta de cosas materiales.
Toda nuestra felicidad parece depender de cosas que perecen, que tienen fecha de caducidad.
La solución a todo esto nos la da María: “no hagas tu voluntad”. Esto se traduce, no solo en llamar a la Voluntad Divina, sino en un trabajo que debemos ir realizando en nosotros.
Somos tierra llena de ídolos; vivimos en el exilio; una vida que es pasajera; poniendo la felicidad y la paz en cosas que terminan. Esa no es la verdadera vida, la vida real y eterna. La Reina del Cielo nos enseña que desde aquí, desde el exilio, podemos aprender a vivir de Cielo.
Estas lecciones de María nos enseñan que toda oscuridad viene de una voluntad humana que actúa sola, aun en las cosas santas. Sus lecciones nos van a ir disponiendo a vivir todo dentro de esta Voluntad Divina, a hacerla nuestra, y a ponerla como centro y principio de toda nuestra vida.
«Mamá dulcísima, cuánto te agradezco que me hagas comprender el gran mal del querer humano, por eso te ruego, por el dolor que sufriste en el exilio en Egipto, que hagas salir mi alma del exilio de mi voluntad, y de hacerme regresar a la querida patria de la Divina Voluntad».
La enseñanza divina de hoy es hacer todas tus acciones unidas a las de María rogándole que entre en el Egipto de tu corazón para cambiarlo todo en Voluntad de Dios.
FIAT.