En el misterio de “Jesús perdido” tenemos la enseñanza sublime del dolor de María por haber perdido a Jesús como símbolo del sacrificio que un día ella debía hacer de la vida de Jesús al Querer Supremo. Esta pena nos sirve de ejemplo y es puesta a nuestra disposición, ya que encierra la fuerza necesaria para sacrificar todo a la Divina Voluntad.

El dolor de la Virgen también encierra nuestro propio extravío; y también nos enseña que al hacer nuestra voluntad la extraviamos a ella y a Jesús.

Y nos enseña sobre todo el valor del sacrificio, pero, ¿qué entendemos por sacrificio? ¿Qué es lo que tenemos que sacrificar? Veamos que nos dice María el día 25 en la Reina del Cielo:

En este misterio mi Hijo quiere darnos a Mí y a ti una enseñanza sublime. ¿Podrías acaso suponer que Él ignorase lo que Yo sufría? Todo lo contrario, porque mis lágrimas, mi búsqueda, mi crudo e intenso dolor se repercutían en su corazón, sin embargo, durante aquellas horas tan penosas, Él sacrificaba a su Divina Voluntad a su propia Mamá, a Aquella que Él amaba tanto, para demostrarme cómo también Yo, un día debía sacrificar su misma Vida al Querer Supremo.

En esta pena indecible no te olvidé querida mía; pensando que ella te habría servido de ejemplo, la puse a tu disposición, a fin de que también tú pudieras tener, en el momento oportuno, la fuerza de sacrificar toda cosa a la Divina Voluntad”.

Puede ser que ahora no entendamos exactamente a qué se refiere María cuando nos dice: “tener la fuerza de sacrificar toda cosa a la Divina Voluntad.”

Pero ya sabemos que, lo primero ante todo para entrar en este ambiente divino, el primer obstáculo es el querer humano; lo que quiero, lo que espero, lo que deseo de las cosas, de la vida, de diversas situaciones, porque este querer humano debe desaparecer por completo y nuestra voluntad humana libre tome la decisión con propósito firme de querer vivir en esta Voluntad Divina.

La voluntad humana trae oscuridad a nuestra vida, nuestro querer humano nos llena de la búsqueda de nuestro propio interés y reconocimiento, porque nuestra voluntad humana fue hecha, dice María, para estar de manera connatural con la Voluntad Divina que es Luz.

La enseñanza divina de hoy es tomar cualquier sacrificio, no importa que ya lo hayamos vivido o estemos por vivirlo, y unirlo a ese momento de María por la pérdida de Jesús para tomar el bien divino de la fortaleza encerrado en este acto.

FIAT.