En la catequesis pasada estuvimos hablando de la huida de la Familia Sagrada a Egipto, tierra llena de ídolos, y que de igual manera estamos nosotros también llenos de ídolos. Hoy hablaremos de la vida de la Sagrada Familia en la casa de Nazareth.

María nos muestra a través de su vida cotidiana, común, tranquila, en la pequeña casa de Nazareth, como ella junto con Jesús formaban este Reino tan santo, porque todos los actos que ella hacía estaban animados por el Querer Supremo. Nos enseña que no tenemos que realizar grandes actos, o apostolados y ministerios grandiosos, sino que todo lo que hagamos -desde la tarea más simple-, esté animada por la Voluntad Divina.

María en su vida oculta, íntima, sin estragos, ni haciendo cosas importantes en apariencia, formaba este Reino de Luz en sus actos. Ella nos va mostrando todo esto con la única finalidad de que olvidemos nuestra voluntad, y dándole la mano nos pueda dar todos esos bienes divinos que preparó para cada uno de nosotros. Cada uno de esos bienes que Dios depositó en ella: bienes de gracia, de belleza, de santidad; para que ella como Madre los diera a sus hijos. Ella es canal y fuente perenne de donde deben salir todos los bienes a favor de las criaturas.

Ahora María puede bilocar y dar todos esos bienes que ella contiene al alma que así realmente lo quiera.

¿Cómo obtendremos estos bienes? Haciendo siempre la Voluntad Divina. Vivir en ella sin darle vida a la nuestra. Nuestros actos se llenan de Dios llamándole en todo, pero tienen que ser actos vacíos de finalidad propia e interés personal.

Para esto tienes que aprender cómo se vive en este Reino, para quitar de tu vida todo aquello que no es necesario, viviendo la simplicidad, la sencillez, tomando a María como modelo de oración.

Ella misma nos dice el día 25 en la Reina del Cielo lo siguiente: «hay tantos que van a la Iglesia para rogar, pero la plegaria que ellos dirigen a Dios se queda en sus labios, porque su corazón y su mente están lejos de Él. Cuántos van a la iglesia por pura costumbre o para pasar inútilmente el tiempo, estos cierran el Cielo en vez de abrirlo; y ¡cómo son numerosas las irreverencias que se cometen en la casa de Dios! Cuántos flagelos no se podrían evitar en el mundo, y cuántos castigos no se convertirían en gracias, si todas las almas se esforzaran en imitar nuestro ejemplo».

Esto que dice María tiene que hacer que te cuestiones: ¿a qué vas a la iglesia? ¿Para qué haces oración? Dice ella que muchos lo hacen por costumbre o para pasar inútilmente el tiempo.

Y termina diciéndonos ese mismo día: «Solamente la plegaria que sale de un alma en la cual reina la Divina Voluntad, obra en modo irresistible sobre el corazón de Dios, ella es tan poderosa de vencerlo y de obtener de Él las máximas gracias. Ten por eso cuidado de vivir en el Divino Querer, y tu Mamá, que te ama, cederá a tu plegaria los derechos de su poderosa intercesión».

La enseñanza divina de hoy es tener cuidado de vivir todo en el Divino Querer.

FIAT.