Hemos estado compartiendo cada semana diferentes momentos de la vida de Jesús y de María, y como cada acto de sus vidas contienen enseñanzas divinas.
En la Encarnación de Jesús hablamos del mal de la voluntad humana actuando sola en la criatura, una enseñanza que nos llega través de los 9 meses que Jesús estuvo en el vientre de su madre.
En el Nacimiento del Niño, María nos habla del desapego al poner en el pesebre a Jesús para darlo a todos.
En el corte de la circuncisión quiso enseñarnos que las penas y sufrimientos son materia prima donde se oculta la Voluntad de Dios.
En el acto de la Purificación nos muestra otra vez el no negar nada a la Voluntad Divina pronunciando siempre el querido y dulce Fiat.
Hoy veremos en la Epifanía cómo nuestra alma puede ser y debe ser madre de Jesús; y con esta catequesis terminamos estos puntos externos de la Vida de Jesús y de María.
El día 23 en la Reina del Cielo, María dice lo siguiente: «Si quieres que te haga de verdadera Madre, hazme poner a Jesús en tu corazón, lo harás feliz con tu amor, lo alimentarás con el alimento de su Voluntad, porque Él no toma otro alimento, me lo vestirás con la santidad de tus obras, Yo vendré a tu corazón y haré crecer de nuevo junto contigo a mi querido Hijo, y haré a ti y a Él el oficio de Madre; así sentiré las puras alegrías de mi fecundidad materna».
María quiere ser tu verdadera Madre, ser madre para ella es darte a su Hijo, ponerlo en tu corazón para que lo hagas feliz y alimentes con su misma Voluntad Obrante en ti. Vistiéndolo con la santidad de tus obras, Ella misma hará crecer a Jesús en tu alma.
En la Epifanía de Nuestro Señor, ella nos invita a ser madres de Jesús, alimentándolo, vistiéndolo con nuestros actos en su Querer, de manera que nuestros actos más pequeños estén llenos de su misma Vida.
Pero, ¿cómo hacer que tu acto, por más pequeño e insignificante que sea, esté lleno de la Vida de su Hijo?
María nos dice: «Haz feliz a Jesús con tu amor», por lo que todos nuestros actos deben ser hechos con pureza de intención para agradar a Jesús.
En la Epifanía Jesús dejó transparentar de su pequeña Humanidad su Divinidad. Los Reyes de Oriente lo reconocieron como Hijo de Dios y estaban extasiados de tal manera que no se hubieran movido si Jesús no hubiera retirado su Divinidad de su Humanidad.
Eso mismo quiere hacer Jesús contigo, llenarte de su misma Vida Divina para formar su perenne morada en tu alma, teniendo en ti el dominio y la posesión. Así María será tu verdadera Madre, y tu alma acogiendo al pequeño Jesús desempeñará el oficio de Madre, alimentándolo y vistiéndolo con su misma Santidad.
La enseñanza divina de hoy es hacer todos nuestros actos, aún el más pequeño, con el deseo de agradar a Jesús.
FIAT.