
Volumen 35 – Enero 10, 1938
La primera predicación que hizo el pequeño rey Jesús a los niños de Egipto.
“Hija mía, esta predicación que Yo, pequeño niño, hacía a los niños de Egipto, era el fundamento, la sustancia de la creación del hombre, contiene la doctrina más necesaria, la santidad más alta, hace surgir el amor a cada instante para amarse el Creador y la criatura. Qué dolor al ver tantas pequeñas vidas que no conocen la Vida de un Dios en sus almas, crecen sin
Paternidad Divina, como si estuviesen solos en el mundo, no sienten ni conocen cuánto son amados; ¿cómo pueden amarme? Por eso, quitado el amor, el corazón se endurece, la vida se afea y, pobre juventud, se da en
brazos de los más graves delitos. Esto es un dolor para tu Jesús, y quiero que sea un dolor para ti, a fin de que ruegues por tantos que enseñan que estoy en sus corazones, que amo y quiero ser amado”.
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Jesús nos enseña en esta lectura del Libro de Cielo los bienes divinos que esconden su exilio a Egipto, y todo el AdIntra que contiene ese pasaje de la Biblia que puede llegar a pasar desapercibido. Como si hubiera sido una etapa de Jesús sin relevancia.
Este hecho está en el Evangelio según San Mateo 2, 13 – 15: Después de marchar los Magos, el Ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes buscará al niño para matarlo.» José se levantó; aquella misma noche tomó al niño y a su madre, y partió hacia Egipto, permaneciendo allí hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que había anunciado el Señor por boca del profeta: Llamé de Egipto a mi hijo.
Os invito a que leáis esta larga lectura del volumen 35 detenidamente, y comprobaréis como Jesús sigue sufriendo ese exilio en los corazones de todos, pero el daño que más le causa dolor es el de aquellos niños que no conocen su procedencia divina ni nadie les habla de Dios, por tanto, crecen en el hogar familiar sin oír una sola palabra sobre su Padre del Cielo.
En una sociedad tan secularizada tenemos materia prima suficiente para reparar por todos aquellos niños que ya no son bautizados, que sus padres no mantienen la fe ni por tradición, perdiendo así los valores cristianos y dando exilio al amor que todos deberían darle al Creador; y crecen endurecidos y cometiendo hasta grandes delitos.
Pero la lectura acaba de una forma muy bella pidiendo a Luisa oración por aquellos que si enseñan el amor de Dios a las criaturas, y en especial a los niños. Esa es nuestra mayor misión como bautizados.
FIAT
Fdo. Elena