Volumen 30 – Abril 2, 1932

Nuestro Señor muestra con los hechos que quiere dar el reino de su Voluntad.

“En efecto, cuando estaba sobre la tierra, como en todos mis actos corría mi potencia, se volvía potente el toque de mis manos, el imperio de mi voz, y así de todo lo demás, y con la misma facilidad llamé a vida a la niña muerta hacía pocas horas, que llamé a vida a Lázaro, muerto desde hacía cuatro días, el cual ya se había corrompido y despedía un hedor insoportable; ordené que le quitaran las vendas y después lo llamé con el imperio de mi voz: ‘Lázaro, ven fuera.’ A mi voz imperante Lázaro resucitó, la corrupción desapareció, el hedor cesó y regresó sano y vigoroso como si no hubiera muerto. Verdadero ejemplo de cómo mi potencia puede hacer resurgir el reino de mi Fiat en medio a las criaturas, este es un ejemplo palpable y cierto de cómo mi potencia, a pesar de que el hombre esté corrompido, el hedor de sus culpas más que a cadáver lo infecte, se puede llamar un pobre vendado
que tiene necesidad del imperio divino para quitarse las vendas de sus pasiones, pero si el imperio de mi potencia lo inviste y quiere, su corrupción no tendrá más vida, y resurgirá sano y más bello que antes”.

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Jesús, una vez más, da plenitud a su Evangelio con estas lecturas del Libro de Cielo donde se muestra el AdIntra de las obras que hizo durante su ministerio.

El Evangelio según San Juan 11, 39 – 44 dice: Jesús ordenó: «Quiten la piedra.» Marta, hermana del muerto, le dijo: «Señor, ya tiene mal olor, pues lleva cuatro días.» Jesús le respondió: «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?» Y quitaron la piedra. Jesús levantó los ojos al cielo y exclamó: «Te doy gracias, Padre, porque me has escuchado. Yo sabía que siempre me escuchas; pero lo he dicho por esta gente, para que crean que tú me has enviado.» Al decir esto, gritó con fuerte voz: «¡Lázaro, sal fuera!» Y salió el muerto. Tenía las manos y los pies atados con vendas y la cabeza cubierta con un velo. Jesús les dijo: «Desátenlo y déjenlo caminar.»

Es una lectura que nos invita a todos a la resurrección de nuestra voluntad humana a la Divina por medio de su Potencia que todo lo puede. La Potencia de su Divina Voluntad hace que, si nosotros nos disponemos, resurja la Vida Divina en nosotros aunque hayamos estados podridos en el pecado. Dios hace nuevas todas las cosas. Entonces el Fiat Divino resurge en medio a las criaturas y recibe por nuestra parte y a nombre de todos la correspondencia perfecta que le debemos todas las criaturas. La verdadera belleza es el reflejo de Jesús en nosotros.

FIAT

Fdo. Elena

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