
Volumen 31 – Marzo 5, 1933
Llanto de Jesús.
“La voluntad humana es como la gangrena al cuerpo, que tiene virtud de hacer caer la carne a pedazos, y de deformar la belleza de la criatura. Pobres almas sin mi Voluntad Divina, porque sólo Ella tiene la virtud unificadora que unificando todo junto, el pensamiento, el deseo, el afecto, el amor, la voluntad humana, da la bella forma unitiva al alma de la criatura. En cambio, sin mi Voluntad, el pensamiento quiere una cosa, la voluntad otra, el deseo quiere otra, el afecto otra, de modo que se debaten entre ellos, se pelean, se dividen, ¡ah! no hay paz ni unión sin mi Voluntad, falta quién ponga el cemento para reunir las partes divididas y volverla fuerte contra todos los males que pueden surgir. Por eso tu Jesús no hace otra cosa que llorar sobre las ruinas de estas más que Jerusalenes trastornadas, que en lugar de reconocer a su Mesías lo desconocieron y le dieron la muerte. Así mi Voluntad viene desconocida mientras está en medio de ellas y en ellas, y forman de sus almas pequeñas ciudades trastornadas que me obligan a repetir la amenaza, que de ellas no quedará piedra sobre piedra, porque sin mi Voluntad son ciudades sin rey, por tanto no tienen ni quién las proteja, ni quién las defienda, ni quién les suministre los alimentos necesarios para hacer el bien y para no hacerlas familiarizarse en el mal. Y Yo lloro sobre su suerte, y ruego que reconozcan mi Voluntad, la amen y la hagan reinar, y tú ruega junto Conmigo”.
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Cuántas veces hemos leído esta pasaje de la Biblia, y nos hemos quedado en el AdExtra: Lc 19, 41-44 Al acercarse y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: «¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita.»
Habla de la destrucción del templo, de la caída de las murallas de la ciudad y de la separación de los judíos como pueblo. Y Jesús lloró.
Pero, ¿de qué destrucción, de qué caída y cual separación habla verdaderamente? De la destrucción de su imagen en el templo de nuestra alma, de nuestra voluntad humana caída y separada del Querer de Dios. Y Jesús lloró.
Esta lectura del Libro de Cielo muestra ese AdIntra donde Jesús iba rehaciendo y reparando al Padre en nuestro nombre para rehacer a las criaturas de su voluntad caída y separada de la de Dios. Y el templo de nuestra alma son esa Jerusalén trastornada incapaz de reconocer a Jesús como Dios ni de ver a Dios en todos y en todo, hasta darle muerte. Y continuamente le damos muerte a su Voluntad Divina que quiere obrar en nosotros y vivir en Unidad Suprema. Y Jesús llora.
Negar nuestra voluntad humana, abandonarnos y confiar en el Señor, dejar nuestros apegos y harapos, tener un martirio de atención, llamar a la Divina Voluntad en todo, ver a Jesús en las privaciones y ser agradecidos, querer lo quiera Él; es un reconstruir piedra a piedra la Jerusalén del Querer Divino en nosotros, y dejar que sea Dios quien more en el templo de nuestra voluntad.
FIAT