
Volumen 1 – (200)
“¡Ah! Sí, cuánta pena daba a Jesús ver gente que comulgaba sacrílegamente, sacerdotes que celebraban el Santo Sacrificio de la misa en pecado mortal, por costumbre, y algunos, da horror decirlo, por fines de interés. ¡Oh! Cuántas veces mi Jesús me ha hecho ver estas escenas tan dolorosas. Cuántas veces mientras el sacerdote celebraba el Sacrosanto Misterio, Jesús es obligado a bajar, porque era llamado por la potestad sacerdotal, a las manos del sacerdote, se veían aquellas manos que goteaban podredumbre, sangre, o bien estaban sucias de fango. ¡Oh! Cómo daba compasión el estado de Jesús, tan santo, tan puro, en aquellas manos que daban horror el sólo mirarlas, parecía que Jesús quería huir de aquellas manos, pero era obligado a permanecer hasta que se consumían las especies del pan y del vino. A veces, mientras permanecía ahí, con el sacerdote, al mismo tiempo se venía apresuradamente a mí y se lamentaba, y antes de que yo se lo dijera, Él mismo me decía:
“Hija, déjame derramar en ti, porque no puedo más, ten compasión de mi estado que es demasiado doloroso, ten paciencia, suframos juntos””.
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La semana pasada vimos cómo podíamos girar en las diferentes partes de la Misa, y hablamos sobre la repercusión que tiene la santidad del sacerdote en sus actos y en Jesús. La lectura de hoy nos muestra que no todas las personas devotas tienen pureza de intención, que no todos los sacerdotes buscan la unidad en Cristo, y como la potestad sacerdotal está por encima del mismo Jesús.
Es una lectura para rumiarla y tomar conciencia de que debemos tener una preparación interior para esta celebración, y un deber de Justicia hacia el Padre para reparar en nuestro nombre y en el de todas las criaturas; pero sobre todo reparar los sacrilegios de los propios sacerdotes, porque son los más amados por Jesús y María.
En esta lectura Jesús nos comparte su sufrimiento para hacernos partícipes de su mismo dolor en la Santa Misa, y ahí mismo podamos unirnos a Él en Voluntad Divina, para rehacer y reparar por todos esos pecados que cometen las criaturas.
Vivamos la Misa como si estuviéramos a los pies de la Cruz en el Calvario, en ese eterno presente, y fundidos en María tomemos sus mismas reparaciones para que en cada Misa hagamos el oficio de madres a los pies del altar.
FIAT
Fdo. Elena 🕊️