Nace el 23 abril del año 1865 en un pueblo llamado Corato, al sur de Italia, que pertenece a la región de Bari, un domingo In Albis conocido ahora como el domingo de la Misericordia, y es bautizada ese mismo día. Muere el 4 de marzo de 1947 a la edad de 82 años.

Luisa hace su Primera Comunión y recibe la Confirmación a la edad de 9 años. A partir de ese momento empieza a escuchar la voz de Jesús pero ella piensa que todos los niños y todas las personas también pueden escucharla.

A la edad de 13 años tiene una visión que le cambiaría completamente la vida. Ella está en su habitación meditando la Pasión, escucha un tumulto en la calle y se asoma al balcón para ver qué pasa. Cuando se asoma ve una multitud de personas que están como enfadas, rabiosas, alteradas, y van golpeando a una persona. Ella no logra distinguir bien qué es lo que está pasando hasta que esa persona pasa justo debajo de su balcón, la mira y le dice: ¡Alma, ayúdame! Entonces se da cuenta de que es Jesús.

A partir de ahí le empiezan a pasar diferentes sucesos místicos donde ella queda completamente petrificada, inmóvil en su cama. Sus familiares se preocupan muchísimo y la llevan a diferentes médicos sin conseguir saber el origen de su dolencia. Un día por recomendación de un médico viene un sacerdote, le da la bendición y ella sale de ese estado de petrificación. A partir de entonces ella le llama su “habitual estado” al momento en que queda en su cama totalmente petrificada, y siempre va a necesitar la bendición de un sacerdote para volver en sí.

En el año 1886 cuando Luisa tiene 21 años llega a Corato la enfermedad del cólera donde mueren muchas personas sin distinguir sexo ni edad. Jesús se le presenta a ella y le dice: -¿quieres ser alma víctima por Corato para erradicar el cólera? Ella acepta y está tres días en cama con muchos dolores pero la enfermedad del cólera desaparece. Su confesor le dice: -Luisa, para saber si todo eso que te está pasando viene de Dios, cada vez que Jesús te pida algo, pídeme la Obediencia. Si yo te la doy entonces lo llevas a cabo, sino no.

Al año siguiente Jesús vuelve otra vez con la misma invitación y le dice: -¿quieres ser alma víctima? Ella habla con su confesor, quien le da la autorización para que ella acepte. Luisa y su confesor pensaban que aquel estado de alma víctima iba a durar tres días o quizás una semana, pero en otoño del año 1887 Luisa cae en cama y no vuelve a levantarse jamás. Toda su vida: alma víctima, y durante 65 años su único alimento fue la Eucaristía.

Pero es en la prisión de su cama donde ocurre algo extraordinario. En aquella pequeña habitación de Corato Jesús empieza a enseñarle qué es el Reino de los Cielos, cómo se vive en este Reino aquí en la tierra y como todos estamos llamados a vivir en él. No en el cielo, sino viviéndolo en nuestra vida diaria y en todos los aspectos de nuestra cotidianidad.

Cuando Luisa tiene 34 años, en 1899, recibe la orden de su confesor de que todo lo que Jesús le esta enseñando tiene que ponerlo por escrito. En aquel momento a Luisa se le cayó el mundo encima, no quería. Ella pensaba que todo aquello entre Jesús y ella era algo que pertenecía a su intimidad. Luisa solo había cursado hasta segundo de primaria (finales del siglo XIX), apenas sabía las vocales, cómo iba a escribir. Pero la Obediencia se impone y comienza el 28 de febrero de 1899 hasta el 28 de diciembre de 1938, cuarenta años escribiendo noche tras noche, página por página, más de 10.000 hojas sobre el Reino de los Cielos, sin repetirse jamás porque Jesús nunca se repite. Escribe la obra “Libro de Cielo, la llamada al orden, a su puesto, y a la finalidad para la cual fuimos creados por Dios”. Título puesto por Jesús a toda la obra de cielo, conformada por 36 volúmenes.

También escribió La Reina del Cielo dictada por la Virgen, 31 lecciones en forma de meditaciones de como vivir en este Reino de los cielos. La Virgen le va mostrando a través de su vida como nosotros debemos aprender a pasar de hacer a vivir en la Voluntad de Dios. Escribe también Las 24 Horas de la Pasión, pero no la pasión externa a la que estamos acostumbrados, sino la pasión interna de Jesús, sus mismas oraciones y reparaciones al Padre.

Así es como Luisa se convierte en la depositaria de esta revelación del Don de la Divina Voluntad convirtiéndose en cabeza de misión.