“Hija mía, todas las cosas tienen origen en la fe. Quien es fuerte en la fe es fuerte en el sufrir, la fe hace encontrar a Dios en cada lugar, hace que se descubra en cada acción, lo toca en cada movimiento, y cada nueva ocasión que se presenta es una nueva revelación divina que recibe. Por eso sé fuerte en la fe, porque si estás fuerte en ella en todos los estados y vicisitudes, la fe te suministrará la fuerza y te hará estar siempre unida con Dios”.
“El alma, con el solo pensamiento de querer vivir en este ambiente, ya se siente cambiada, siente un aire divino que la inviste, se siente perder su ser humano, se siente divinizada; de impaciente se hace paciente; de soberbia, humilde, dócil, caritativa, obediente; en suma, de pobre se hace rica; todas las otras virtudes surgen para hacerle corona a este muro tan alto que no tiene confines; porque como Dios no tiene confines, el alma queda perdida en Dios y pierde sus propios confines y adquiere los confines de la Voluntad de Dios”.
“Hija mía, la obediencia es un muro irremovible, y tal vuelve al alma, y no solo esto, sino que para ser irremovible es necesario ser fuerte, robusto, y la obediencia comunica la fuerza divina, de modo que todas las cosas ante la fuerza divina que el alma tiene, quedan débiles, así que ella puede remover todo, pero a ella no la puede remover ninguno”.
“Hija mía, cómo es necesario que el alma sea constante en hacer el bien que ha comenzado, porque si bien tiene principio, pero no tendrá fin, y no teniendo fin es necesario que se uniforme a los modos del Eterno Dios. Dios es justo, es santo, es misericordioso, es Aquel que contiene todo, ¿ Pero tal vez por un solo día? No, siempre, siempre, así el alma no debe ser un día paciente, humilde, obediente, y otro día impaciente, soberbia, caprichosa”.
Continuando mi habitual estado, en cuanto ha venido el bendito Jesús me ha dicho: “Hija mía, la obediencia es el aire para mi estancia en el alma, donde no hay este aire de la obediencia, puedo decir que no hay lugar para Mí dentro de aquella alma, y estoy obligado a estarme afuera”.
“Hija mía, lo que el alma debe hacer es un continuo exprimirse a sí misma, porque el alma es como una esponja, se exprime a sí misma y se impregna de Dios, y embebiéndose de Dios siente la Vida de Dios en sí misma, y por eso siente el amor a la virtud, siente tendencias santas, se siente vacía de sí misma y transformada en Dios, y si no se exprime a sí misma queda impregnada de sí misma, y por lo tanto siente todos los efectos que contiene la corrupta naturaleza, todos los vicios asoman la cabeza: La soberbia, la envidia, la desobediencia, la impureza, etc, etc”.
«La obediencia fue todo para Mí, la obediencia quiero que sea todo para ti. La obediencia me hizo nacer, la obediencia me hizo morir, las llagas que tengo en mi cuerpo son heridas y marcas que me hizo la obediencia. Con razón has dicho que es un guerrero potentísimo, armado con toda clase de armas aptas para herir, porque en Mí no me dejó ni siquiera una gota de sangre, me arrancó a pedazos las carnes, me dislocó los huesos, y mi pobre corazón, destrozado, sangrante, iba buscando un alivio, alguien que tuviera compasión de Mí. La obediencia entonces, haciéndose para Mí más que cruel tirano, solo se contentó cuando me sacrificó en la cruz y me vio expirar víctima por su amor».
“Cierto que la cosa que más me agrada del alma es la perseverancia, porque la perseverancia es sello de la vida eterna y desarrollo de la Vida Divina. Porque así como Dios es siempre antiguo y siempre nuevo e inmutable, así el alma con la perseverancia, con haberla practicado siempre es antigua, y con la actitud de hacerla es siempre nueva, y cada vez que la hace se renueva en Dios, quedando en Él inmutable, y sin darse cuenta. Y como con la perseverancia hace adquisición continua de la Vida Divina en sí misma, adquiriendo a Dios sella la vida eterna. ¿Puede haber sello más seguro que Dios mismo?”.
“Hija mía, la simplicidad es a las virtudes como el condimento a las comidas. Para el alma simple no hay ni llaves ni puertas para entrar en Mí, ni Yo para entrar en ella, porque por todas las partes puede entrar en Mí y Yo en ella, más bien, para decir mejor, se encuentra en Mí sin entrar, porque por su simplicidad viene a semejarse a Mí que soy Espíritu simplísimo, y que sólo porque soy simplísimo me encuentro por todas partes y nada puede huir de mi mano. El alma simple es como la luz del sol, que a pesar de cualquier niebla, o de que sus rayos pasen por cualquier inmundicia, permanece siempre luz, y da luz a todos, pero jamás se cambia. Así el alma simple, cualquier mortificación o disgusto que pueda recibir, no cesa de ser luz para sí misma y para aquellos que la han mortificado, y si ve cosas malas, ella no queda manchada, queda siempre luz, ni jamás se cambia, porque la simplicidad es la virtud que más se asemeja al Ser Divino, y sólo por esta virtud se viene a participar de las otras cualidades divinas, y sólo en el alma simple no hay impedimentos ni obstáculos para que entre a obrar la Gracia Divina, porque siendo luz una y luz la otra, fácilmente una luz se une, se transforma en la otra luz”.
“Hija mía, para hacer conocer que soy Yo, lo obedeceré a él (sacerdote), y después de que haya dado pruebas de obediencia, él me obedecerá a Mí”. Y diciendo yo: “Señor, temo demasiado el no poder obedecer”. Él ha agregado: “La obediencia desata y encadena, y como es cadena ata al Querer Divino con el humano y de ellos forma uno solo, de modo que el alma no obra con el poder de su voluntad, sino con el poder de la Voluntad Divina, y además no serás tú la que obedecerá, sino Yo que obedeceré en ti”.
“Porque estando tú en mi Voluntad no tendrás necesidad de combatir con tus pasiones y de estar siempre en armas contra ellas, pues mientras parece que mueren renacen nuevamente más fuertes y vivas, sino que sin combatir, sin estrépito, dulcemente se mueren, porque ante la Santidad de mi Voluntad las pasiones no se atreven a presentarse, y pierden por sí mismas la vida, y si el alma siente los movimientos de sus pasiones, es señal que no hace morada continua en los confines de mi Querer, que hace sus salidas, sus escapaditas a su propio querer, y está obligada a sentir la peste de la naturaleza corrupta. Mientras que si estás fija en mi Voluntad, estarás libre del todo y tu única ocupación será el amarme y ser amada por Mí”.
“Hija mía, ten paciencia, resígnate en todo a mi Voluntad, y no por poco sino siempre, siempre, porque sólo la perseverancia en el bien es lo que hace conocer si el alma es verdaderamente virtuosa, sólo ella es la que une todas las virtudes, se puede decir que sólo la perseverancia une perpetuamente a Dios y al alma, virtudes y gracias, y como cadena se pone alrededor y atando todo junto forma el nudo segurísimo de la salvación; pero donde no hay perseverancia hay mucho que temer”.
«La esperanza contiene todo el bien presente y futuro y quién vive en su regazo y crece sobre sus rodillas todo lo que quiere, obtiene. ¿Qué cosa quiere el alma? ¿Gloria, honor?, la esperanza le dará toda la gloria más grande en la tierra ante toda las gentes, y en el Cielo la glorificará eternamente. ¿Querrá tal vez riqueza? ¡Oh! esta madre esperanza es riquísima y lo que es más, dando sus bienes a sus hijos no disminuye sus riquezas en nada, además estás riquezas no son fugaces ni pasajeras, sino eternas, está madre contiene en sí las ciencias más sublimes, más bien es la maestra de todos los maestros y quién se hace enseñar por ella, aprende la ciencia de la verdadera santidad.»