Volumen 3 – Enero 5, 1900

Efectos del pecado y de la confesión.

Encontrándome en mi habitual estado, me he sentido salir fuera de mí misma y he encontrado a mi adorable Jesús, pero ¡oh, cómo me veía llena de pecados ante su presencia! En mi interior sentía un fuerte deseo de confesarme con Nuestro Señor, por eso dirigiéndome a Él he comenzado a decir mis culpas, y Jesús me escuchaba. Cuando terminé de hablar, dirigiéndose a mí con un rostro lleno de tristeza me dijo:
“Hija mía, el pecado, si es grave, es un abrazo venenoso y mortífero al alma, y no sólo a ella, sino también a todas las virtudes que se encuentran en el alma; si es venial, es un abrazo que hiere, que vuelve al alma muy débil y enferma, y junto con ella se enferman las virtudes que había adquirido. ¡Qué arma mortal es el pecado! ¡Sólo el pecado puede herir y dar muerte al alma! Ninguna otra cosa puede dañarla, ninguna otra cosa la vuelve ignominiosa, odiosa ante Mí, sino sólo el pecado”.
Mientras decía esto, yo comprendía la fealdad del pecado y sentía tal pena, que ni siquiera sé explicarla. Y Jesús viéndome toda compenetrada, alzó su bendita mano derecha y pronunció las palabras de la absolución.
Después agregó:
“Así como el pecado hiere y da muerte al alma, así el sacramento de la confesión da la vida y la cura de las heridas, y restituye el vigor a las virtudes, y esto más o menos, según las disposiciones del alma, así obra la virtud del sacramento”.
Me pareció que mi alma recibía nueva vida, después de que Jesús me dio la absolución no sentía más aquel fastidio de antes. Sea siempre glorificado el Señor y siempre le sean dadas las gracias.

+ + + +

El próximo domingo escucharemos el Santo Evangelio según San Juan – Juan 8, 1-11 de la mujer adúltera. Cada semana de Cuaresma somos llamados al arrepentimiento y la conversión, pero tenemos que dar un paso mas allá. Tenemos que mirar humildemente dentro de nosotros y a la luz de esta lectura del Libro de Cielo tomar conciencia de lo que produce el pecado en el alma y reconociendo nuestra nada agradecer por la gracia del sacramento de la reconciliación. En nuestra Madre la Iglesia se le llama a la confesión frecuente la «confesión por devoción», y si no tenemos pecados mortales, al menos, confesarnos una vez al año por Viernes Santo. Si Luisa se confesaba con Jesús, cuánto no tendremos que confesarnos nosotros hasta que su Reino se extienda en nuestro corazón. Aprovechemos este tiempo de Cuaresma, y siempre, para purificar nuestra alma y nuestros modos humanos, y vivir más unidos en la Voluntad de Dios.

FIAT

Fdo. Elena

¿Te interesa profundizar en la Divina Voluntad?
Suscríbete para recibir cada semana las nuevas entradas del blog directamente en tu correo electrónico.
Reflexiones, conocimientos y fragmentos clave de los escritos revelados por Jesús a través de Luisa Piccarreta, para acompañarte en tu camino espiritual.