“La palabra religión para el mundo es palabra ridícula, y parece que no vale nada, pero ante Mí cada palabra que pertenece a la religión es una virtud de valor infinito, tanto, que me serví de la palabra para propagar la fe en todo el universo, y quien en esto se ejercita me sirve de boca para manifestar a las criaturas mi Voluntad”.
“¿Quién quiere seguir y ser amigo o discípulo de un pobre calumniado, humillado, despreciado? Ninguno, por el contrario sienten miedo, horror de acercarse, y llegan a desconocer a aquél con quien antes tenían amistad, como hizo Conmigo San Pedro. Así que es inútil esperar amigos cuando la pobre criatura se encuentra bajo la opresión de las humillaciones, desprecios y calumnias, por eso se necesita hacer amigos cuando el Cielo nos sonríe y la fortuna nos quisiera poner sobre el trono, si queremos que el bien, las obras que se quieren tengan la vida y la continuación en las otras criaturas. Yo con hacerme de amigos cuando sembraba milagros y triunfos, que llegaban a creer que Yo debía ser su Rey sobre la tierra, y que por haber sido mis discípulos debían ocupar los primeros puestos junto a Mí, a pesar que me abandonaron en mi Pasión, cuando mi Resurrección proclamó mi pleno triunfo, los apóstoles volvieron a creer, se reunieron entre ellos y como triunfadores siguieron mi doctrina, mi Vida, y formaron la Iglesia naciente. Si Yo hubiera puesto atención a que debían huir de Mí y no los hubiera hecho mis discípulos en el tiempo de mis triunfos, no habría tenido quién hablara de Mí después de mi muerte, quién me hiciera conocer”.
“Hija mía, la verdadera, pura y simple verdad, es el imán más potente para atraer a los corazones y disponerlos a afrontar cualquier sacrificio por amor de la verdad y de las personas que revelan esta verdad. ¿Quién ha dispuesto a los mártires a dar su sangre? La verdad. ¿Quién ha dado la fuerza para mantener la vida pura, honrada, a tantos santos en medio de tantas batallas? La verdad, y la pura verdad, simple, desinteresada. He aquí el por qué las criaturas quieren venir a ti. ¡Ah! Hija mía, en estos tristes tiempos, cómo es difícil encontrar quien manifieste esta pura verdad, aun entre el clero, religiosos, y entre las almas devotas. En su hablar y obrar se oculta siempre dentro alguna cosa de humano, de interés o de otras cosas, y la verdad es manifestada como cubierta o velada, así que la persona que la escucha no es tocada por la pura verdad, sino por el interés o por cualquier otro fin humano, en el cual ha sido envuelta la verdad, y esa persona no recibe la gracia y los influjos que contiene la verdad. He aquí el por qué de tantos sacramentos, confesiones desperdiciados, profanados y sin fruto. Si bien Yo no dejo de darles luz, pero no me escuchan porque piensan para ellos, que si dijeran la pura verdad perderían su prestigio, la benevolencia, y la naturaleza no encontraría más satisfacciones, e irían en detrimento sus intereses”.
“Y Él: “Hija mía, estas son las cruces del desengaño, que tengo siempre listas para desengañar a las criaturas”. Ahora, mientras esto decía, nos hemos encontrado en medio de las gentes, y el bendito Jesús, no apenas veía a uno que se apegaba a las criaturas, tomaba de aquel fajo la cruz de la persecución y se la daba, y aquél viéndose perseguido, mal visto, quedaba desengañado y comprendía qué eran las criaturas y que sólo Dios merece ser amado. Si algún otro se apegaba a las riquezas, tomaba de aquel fajo la cruz de la pobreza y se la daba, y aquél viéndose esfumadas las riquezas, empobrecido, comprendía que todo es humo acá abajo y que verdaderas riquezas son las eternas, y por lo tanto a todo lo que es eterno apegaba su corazón. Si otro se ataba a la propia estima, al saber, el bendito Jesús con toda dulzura tomaba la cruz de las calumnias y de las confusiones y se la daba, y aquél, confundido, calumniado, se quitaba como una máscara y comprendía su nada, su ser, y todo su interior lo ordenaba en orden sólo a Dios y no más a sí mismo. Y así de todas las otras cruces”.
“Hija, Yo soy la verdad misma, y jamás puede salir de Mí la falsedad, a lo más alguna cosa que el hombre no comprende, y esto lo hago para hacer ver que si no se comprende bien la palabra, ¿cómo se puede comprender en todo al Creador? Pero sin embargo el alma debe corresponder poniendo en práctica mi palabra, porque cada palabra son tantos eslabones de gracia que salen de Mí, de los cuales hago don a la criatura, y si corresponde, estos eslabones los encadena a los otros ya adquiridos”.
“La paciencia es germen de la perseverancia, y este germen produce unas ramas llamadas firmeza. ¡Oh! cómo es firme y estable en el bien emprendido el alma paciente, no toma en cuenta ni la lluvia, ni la escarcha, ni el hielo, ni el fuego, sino que toda su atención está en llevar a término el bien comenzado, porque no hay insensatez mayor de aquel que hoy, porque le gusta hace un bien, y mañana porque no encuentra más gusto lo deja. ¿Qué se diría de un ojo que a cierta hora posee la vista, y a otra hora queda ciego? ¿De una lengua que ahora habla, y ahora queda muda? ¡Ah sí, hija mía, sólo la paciencia es la llave secreta para abrir el tesoro de las virtudes, sin el secreto de esta llave, las otras virtudes no salen para dar vida al alma y ennoblecerla!”.
“Después de esto Jesús me ha dicho: “El favor más grande que puedo hacer a un alma es el hacerse conocer a sí misma. El conocimiento de sí y el conocimiento de Dios van de la mano, por cuanto te conozcas a ti misma otro tanto conocerás a Dios. El alma que se ha conocido a sí, viendo que por sí misma no puede obrar nada de bien, esta sombra de su ser la transforma en Dios y de esto sucede que en Dios hace todas sus operaciones. Sucede que el alma está en Dios y camina junto a Él, sin mirar, sin investigar, sin hablar, en una palabra, como muerta, porque conociendo a fondo su nada no se atreve a hacer nada por sí misma, sino que ciegamente sigue las operaciones del Verbo”.
“¿Cómo se hace para poner en práctica esto?” Y Jesús regresando ha agregado: “Hija mía, las verdades para conocerlas, es necesario que haya voluntad y el deseo de conocerlas. Supón una estancia con las persianas cerradas, por cuanto sol haya afuera la estancia está siempre en oscuridad; ahora, abrir las persianas significa querer la luz, pero esto no basta si no se aprovecha la luz para reordenar la estancia, sacudirla, ponerse a trabajar, porque si no, es como matar esa luz y hacerse ingrato por la luz recibida. Así no basta tener voluntad de conocer las verdades, si a la luz de la verdad que lo ilumina no busca sacudirse de sus debilidades y reordenarse según la luz de la verdad que conoce, y junto con la luz de la verdad ponerse a trabajar haciendo de ella sustancia propia, en modo de trasparentar por su boca, por sus manos, por su comportamiento, la luz de la verdad que ha absorbido, entonces sería como si asesinara la verdad, y con no ponerla en práctica sería estarse en pleno desorden delante de esa luz. Pobre estancia, llena de luz pero toda desordenada, trastornada y en pleno desorden, y una persona dentro que no se preocupa de reordenarla, ¿qué compasión no daría? Tal es quien conoce las verdades y no las pone en práctica”.
“Hija mía, el hombre primero nace en Mí, y por eso recibe la marca de la Divinidad, y saliendo de Mí para renacer del seno materno le doy orden de caminar un pequeño tramo de camino, y al término de ese camino, haciéndome encontrar por él, lo recibo de nuevo en Mí, haciéndolo vivir eternamente Conmigo. Mira un poco cuán noble es el hombre, de donde viene, a donde va y cuál es su destino. Ahora, ¿cuál debería ser la santidad de este hombre saliendo de un Dios tan Santo? Pero el hombre al recorrer el camino para venir otra vez a Mí, destruye en él lo que ha recibido de divino, se corrompe de modo que en el encuentro que tenemos para recibirlo en Mí no lo reconozco más, no descubro más en él la marca divina, nada encuentro de mío en él, y no reconociéndolo más, mi justicia lo condena a andar disperso en el camino de la perdición”.
“Como hoy los magos, al ofrecerme sus dones Yo tuve en sus personas presente a toda la generación humana, y todos participaron del mérito de su buena obra. La primera cosa que me ofrecieron fue el oro, y Yo en correspondencia les di la inteligencia y el conocimiento de la verdad; ¿pero sabes tú cuál es el oro que quiero ahora de las almas? No el oro material, no, sino el oro espiritual, esto es, el oro de su voluntad, el oro de los afectos, de los deseos, de los propios gustos, el oro de todo el interior del hombre, este es todo el oro que el alma tiene, y lo quiero todo para Mí. Ahora, para darme esto, al alma le resulta muy difícil dármelo sin sacrificarse y mortificarse, y esta es la mirra, que como hilo eléctrico ata el interior del hombre y lo hace más resplandeciente, y le da la tinta de múltiples colores, dándole al alma todas las especies de bellezas; pero esto no es todo, se requiere quien mantenga siempre vivos los colores, la frescura, que como perfume y vientecillo exhala del interior del alma, se requiere quien ofrezca y quien obtenga dones mayores de aquellos que dona, como también se requiere todavía quien obligue a morar en el propio interior a Aquél que recibe y Aquél que da y tenerlo en continua conversación y en continuo comercio con él, entonces, ¿quién hace todo esto? La oración, en especial el espíritu de oración interior, que sabe convertir no sólo las obras internas en oro, sino también las obras externas, y este es el incienso”.
“Ahora tú debes saber hija mía, que el pasaporte para entrar en mi reino es la voluntad resuelta de no hacer jamás la propia voluntad, incluso a costo de la propia vida y cualquier sacrificio. Este acto decidido y verdadero, es como la firma que pone sobre el pasaporte para partir al reino de mi Divina Voluntad, y mientras la criatura firma para partir, Dios firma para recibirla; esta última tendrá tanto valor que todo el Cielo irá a su encuentro para recibirla en el reino del Fiat Divino en el cual ellos viven, y serán todo ojo sobre esta criatura que desde la tierra tiene por vida y por reino la misma Voluntad que ellos tienen en el Cielo. Pero no basta el pasaporte, sino se debe estudiar la lengua, los modos, las costumbres de este reino divino, y éstos son los conocimientos, las prerrogativas, las bellezas, el valor que contiene mi Voluntad, de otra manera estaría como extranjera, no tomaría amor ni sería amada; si no se sacrifica en estudiar para poder hablar con este mismo lenguaje, y no se adapta a las costumbres de aquellos que viven en este reino tan santo, vivirá aislada, porque no entendiendo la apartarán, y el aislamiento no hace feliz a ninguno. Además se necesita pasar del estudio a la práctica de lo que se ha aprendido, y después de una larga práctica, al final viene declarada ciudadana del reino de mi Divina Voluntad, y entonces disfrutará todas las felicidades que hay en un reino tan santo, es más, serán propiedad suya, y adquirirá el derecho de vivir en él como en su patria”.