“Hija mía, el camino de la cruz es un camino lleno de estrellas, conforme se camina, esas estrellas se cambian en soles luminosísimos. ¿Qué felicidad será para el alma por toda la eternidad el estar circundada por estos soles? Además, el premio grande que doy a la cruz es tal, que no hay medida, ni de largo ni de ancho, es casi incomprensible a las mentes humanas, y esto porque al soportar las cruces no puede haber nada de humano, sino todo divino”.
“Hija mía, en todo lo que se hace en mi Voluntad Divina, aunque el alma no pusiera la intención, todos toman parte, mucho más los bienaventurados que viven en la unidad de Ella. Mi Voluntad se encuentra por todas partes, y con su fuerza unificadora lleva a todos, como acto suyo lo que hace la criatura en Ella; sólo hay esta diferencia, que si el alma que obra en mi Voluntad en la tierra pone la intención de dar gloria especial a quien vive en la patria celestial, los bienaventurados del Cielo se sienten, en la unidad de mi Querer, llamar por aquélla que quiere felicitarlos y glorificarlos de más; ellos la miran con tanto amor y complacencia, que extienden su protección toda especial sobre ella. Quien no obra en la unidad de mi Fiat queda en lo bajo, porque le falta la fuerza para subir a lo alto, sus obras no poseen ni la fuerza comunicativa, ni la de elevarse, las corrientes de comunicación están cerradas y están vacías de luz. Si tú supieras qué diferencia hay entre quien obra, incluso el bien, en la unidad de mi Querer, y quien obra fuera de Él, incluso el bien, aun a costa de tu vida no harías nada, por mínimo que sea, fuera de mi Voluntad”.