Encontrándome fuera de mí misma, veía al padre con dificultades respecto a la gracia que quiere, y Jesús bendito otra vez con San José le decían: “Si te pones a la obra, todas tus dificultades desaparecerán, y se caerán como escamas de pez”.
“Hija mía, todas las vidas humanas están en mi Humanidad en el Cielo como dentro de un claustro, y estando dentro de mi claustro, de Mí parte el régimen de sus vidas, no sólo esto, sino que mi Humanidad siendo claustro, hace las vidas de cada alma; cual no es mi alegría cuando las almas se están en este claustro, y el eco que sale de mi Humanidad se combina con el eco de cada vida humana de la tierra; y cual es mi amargura cuando veo que las almas no están contentas y se salen, y otras se están, pero forzadas y de mala gana, no se someten a las reglas y al régimen de mi claustro, por eso los ecos no se combinan juntos”.
Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 1-9
El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró.
En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.
Nos encontramos en la Vigésimo Segunda Hora (de las 2 a las 3 de la tarde del Viernes Santo) y contemplamos la séptima palabra de Jesús en su agonía en la Cruz. Hoy sábado santo, en medio del Solemne Silencio Litúrgico y gran expectación de la vigilia Pascual de esta noche, queremos acompañar a nuestra Madre en la soledad de su resguardo y recogimiento del Gran “Sabbath”, descanso. Metiéndonos en la mirada de María y escuchando con sus oídos de Madre aquellas última palabras de Jesús en la tierra : “¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!” (Lucas 23,46).
«¡Todo está consumado!» (Jn 19, 30) Oh mi Jesús, ya lo has agotado todo, ya no te queda nada más, el amor ha llegado a su término. Y yo, ¿me he consumido toda por tu amor? ¿Qué agradecimiento no deberé yo darte, cuál no tendrá que ser mi gratitud hacia Ti? Oh mi Jesús, quiero reparar por todos, reparar por las faltas de correspondencia a tu amor, y consolarte por las afrentas que recibes de las criaturas mientras te estás consumiendo de amor sobre la cruz.
«¡Tengo sed!» (Jn 19, 28) ¡Ah! esta palabra la repites a cada corazón: «Tengo sed de tu voluntad, de tus afectos, de tus deseos, de tu amor; agua más fresca y dulce no puedes darme, que tu alma. ¡Ah! no me dejes quemar, tengo sed ardiente, por lo cual no sólo me siento quemar la lengua y la garganta, tanto que no puedo más articular palabra, sino que me siento también secar el corazón y las entrañas. ¡Piedad de mi sed, piedad!»
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Tú, estás próximo a morir, las mismas penas tan fieles a ti están por dejarte; entre tanto, después de tanto sufrir, ves con inmenso dolor que no todas las almas están incorporadas en Ti , más bien descubres que muchas se perderán, y sientes la dolorosa separación de ellas que se arrancan de tus miembros”.
Entre tanto, viendo que no tienes nada más qué darle, habiéndole dado todo, entonces ves a tu Mamá que está más que agonizante por causa de tus penas, y es tanto el amor que la tortura, que la tiene crucificada a la par contigo. Madre e Hijo os entendéis, y Tú suspiras con satisfacción y te consuelas viendo que puedes dar tu Mamá a la criatura, y considerando en Juan a todo el género humano, con voz tan tierna para enternecer a todos los corazones dices: «Mujer, he ahí a tu hijo». (Jn 19, 26) Y a Juan: «He ahí a tu Madre». (Jn 19, 27)
“Y de él haces el primer triunfo de tu amor. Pero en tu amor veo que no es solamente al ladrón a quien le robas el corazón, sino a tantos moribundos. ¡Ah! Tú pones a su disposición tu sangre, tu amor, tus méritos y usas todos los artificios y estratagemas divinos para tocarles el corazón y robarlos todos para Ti. Pero aquí también tu amor se ve impedido. ¡Cuántos rechazos, cuántas desconfianzas y también cuántas desesperaciones! Y es tanto el dolor, que de nuevo te reduces al silencio.
Quiero, oh mi Jesús, reparar por aquellos que desesperan de la Divina Misericordia en el punto de la muerte. Dulce amor mío, inspira a todos confianza y seguridad ilimitada en Ti solo, especialmente a aquellos que se encuentran en las estrechuras de la agonía, y en virtud de esta palabra tuya concédeles luz, fuerza y ayuda para poder volar de esta tierra al Cielo. En tu santísimo cuerpo, en tu sangre, en tus llagas, contienes todas, todas las almas, oh Jesús. Por los méritos de tu preciosísima sangre no permitas que ni siquiera una sola alma se pierda, tu sangre grite aún a todas, junto con tu voz: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso.”
Después los discípulos se pusieron a discutir sobre cuál de ellos debería ser considerado como el más importante. Jesús les dijo: «Los reyes de los paganos los dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Pero ustedes no hagan eso, sino todo lo contrario: que el mayor entre ustedes actúe como si fuera el menor, y el que gobierna, como si fuera un servidor. Porque, ¿quién vale más, el que está a la mesa o el que sirve? ¿Verdad que es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de ustedes como el que sirve. Ustedes han perseverado conmigo en mis pruebas, y yo les voy a dar el Reino, como mi Padre me lo dio a mí, para que coman y beban a mi mesa en el Reino, y se siente cada uno en un trono, para juzgar a las doce tribus de Israel».
«¡Oh! cruz, ¿tan cruel debías ser con mi Hijo? ¡Ah, en nada los has perdonado! ¿Qué mal te había hecho? No me has permitido a Mí, su dolorosa Mamá, darle ni siquiera un sorbo de agua cuando la pedía, y a su boca abrasada le has dado hiel y vinagre; mi corazón traspasado me lo sentía licuar y habría querido dar a aquellos labios mi licuado corazón para quitarle la sed, pero tuve el dolor de verme rechazada. Oh cruz, cruel, sí, pero santa, porque has sido divinizada y santificada por el contacto de mi Hijo. Aquella crueldad que usaste con Él, cámbiala en compasión hacia los miserables mortales, y por las penas que Él ha sufrido sobre ti, obtén gracia y fuerza a las almas sufrientes, para que ninguna se pierda por causa de tribulaciones y cruces. Demasiado me cuestan las almas, me cuestan la vida de un Hijo Dios; y Yo, como Corredentora y Madre las confío a ti, oh cruz».
¡Oh mi Jesús! aun después de muerto quieres decirnos que nos amas, atestiguarnos tu amor y darnos un refugio, un albergue en tu propio corazón, por eso, un soldado empujado por una fuerza suprema, para asegurarse de tu muerte, con una lanza te desgarra el corazón, abriéndote una llaga profunda, y Tú, amor mío, derramas las últimas gotas de sangre y agua que contiene tu ardiente corazón. Ah, cuántas cosas me dice esta llaga, producida no por el dolor sino por el amor, y si tu boca está muda, me habla tu corazón y oigo que dice: “Vengan a Mí si queréis ser salvos, en este mi corazón encontraréis la santidad y os haréis santos, encontraréis el consuelo en las aflicciones, la fuerza en la debilidad, la paz en las dudas, la compañía en los abandonos”.
“Mi crucificado agonizante, Jesús, ya estás a punto de dar el último respiro de tu vida mortal. Nada escapa a tu mirada, de todos te despides y a todos perdonas. Después reuniendo todas tus fuerzas y con voz fuerte y sonora gritas: “Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu”, e inclinando la cabeza expiras”.
“Crucificado amor mío, mientras contigo rezo, la fuerza raptora de tu amor y de tus penas mantiene fija mi mirada en Ti, pero el corazón se me rompe al verte sufrir tanto, y Tú sufres atrozmente de amor y de dolor, las llamas que queman tu corazón se elevan tan alto, que están en acto de incinerarte; tu amor reprimido es más fuerte que la misma muerte, por eso, queriéndolo desahogar pones tu mirada en el ladrón que está a tu derecha, y queriéndoselo robar al infierno le tocas el corazón, y ese ladrón se siente todo cambiado, te reconoce, te confiesa por Dios”.
«Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen». (Lc 23, 34) Y de nuevo quedas en silencio, inmerso en penas inauditas. Crucificado Jesús, ¿será posible tanto amor? ¡Ah! después de tantas penas e insultos, la primera palabra es el perdón, y nos excusas ante el Padre por tantos pecados; esta palabra la haces descender en cada corazón después de la culpa, y eres Tú el primero en ofrecerles el perdón. Pero cuántos te rechazan y no lo aceptan, y tu amor da en delirio y quieres dar a todos el perdón y el beso de paz. A esta palabra tuya el infierno tiembla y te reconoce por Dios. La naturaleza y todos quedan atónitos y reconocen tu Divinidad, tu inextinguible amor, y silenciosos esperan para ver hasta dónde llega tu amor. Pero no es sólo tu voz, sino también tu sangre y tus llagas que gritan a cada corazón después del pecado: «Ven a mis brazos, que te perdono, y el sello del perdón es el precio de mi sangre.»
«Oh mi Jesús, ya los verdugos han clavado tus manos y tus pies a la Cruz, y volteándola para remachar los clavos obligan a tu rostro adorable a tocar la tierra empapada por tu misma sangre, y Tú con tu boca divina la besas intentando con este beso besar a todas las almas y vincularlas a tu amor, sellando con esto su salvación. Oh Jesús, quiero tomar yo tu lugar para que tu sacratísimo cuerpo no toque esa tierra impregnada de tu preciosa sangre; quiero estrecharte entre mis brazos, y mientras los verdugos rematan los clavos haz que estos golpes me hieran también a mí y me claven toda a tu amor.»
Lectura de Libro de Cielo Vol. 21 Marzo 31, de 1927
“El fingimiento no trae jamás verdadero bien, ni en el orden civil ni en el religioso, a lo más alguna sombra de bien que huye. He aquí por qué la tan decantada paz se queda en palabras, no en hechos, la convierten en preparativos de guerra. Como ya tú ves muchas razas se han unido para combatir, unas por un pretexto y otras por otro, otras se unirán, pero Yo me serviré de las uniones de estas razas, porque para que venga el Reino de mi Divina Voluntad es necesario que venga la unión de todas las razas por medio de otra guerra mucho más extensa que esta última, en la cual Italia había estado comprometida financieramente. Con la unión de estas razas los pueblos se conocerán y después de la guerra será más fácil la difusión del Reino de mi Voluntad. Por eso ten paciencia en soportar mi privación, es el vacío que quiere formar mi justicia para defender mi amor perseguido. Tú reza y ofrece todo para que el Reino de mi Fiat venga pronto”.
Mi Jesús, amor insaciable, veo que no te das paz, siento tus desvaríos de amor, tus dolores; el corazón te late con fuerza y en cada latido siento explosiones, torturas, violencias de amor, y Tú, no pudiendo contener el fuego que te devora, te afanas, gimes, suspiras, y en cada gemido te oigo decir: «¡Cruz!» Cada gota de tu sangre repite: «¡Cruz!» Todas tus penas, en las cuales como en un mar interminable Tú nadas dentro, repiten entre ellas: «¡Cruz!» Y Tú exclamas: «¡Oh cruz amada y suspirada, tú sola salvarás a mis hijos, y Yo concentro en ti todo mi amor!»
“Quiero ser coronado de espinas, para poner sobre la frente del hombre la corona y restituirle todos los derechos a cualquier honor y gloria; y mis espinas serán ante mi Padre reparaciones y voces de disculpa por los tantos pecados de pensamiento, especialmente de soberbia; serán voces de luz y de súplica a cada mente creada para que no me ofendan. Por eso, Hija mía, tú únete conmigo y ora y repara junto conmigo. Estas espinas dicen que quiero ser constituido rey de cada corazón; a Mí me corresponde todo dominio; tú toma estas espinas y pincha tu corazón y haz salir de él todo lo que a Mí no pertenece y deja las espinas dentro de tu corazón como señal de que Yo soy tu Rey”.
Mi Jesús, estás desnudo, mírenlo, no tiene más figura de hombre, observen sus llagas; ya no se le reconoce. Ah! en este momento solemne se decide tu suerte, a las palabras de Pilatos… se hace un profundo silencio en el Cielo, en la tierra y en el infierno. Y después, como en una sola voz oigo el grito de todos: «¡Crucifícalo, crucifícalo, a cualquier costo lo queremos muerto!» (Lc 23, 21)
«Ustedes, todos los que me aman, vengan a aprender el heroísmo del verdadero amor; vengan a apagar en mi sangre la sed de sus pasiones, la sed de tantas ambiciones, de tantas vanidades y placeres, de tanta sensualidad; en ésta mi sangre encontrarán el remedio a todos sus males».
«¿Eres Tú el rey de los judíos?» (Jn 18, 33) Y Tú mi Jesús, verdadero rey mío respondes: «Mi reino no es de este mundo; de lo contrario millares de legiones de ángeles me defenderían». Y Pilatos conmovido por la suavidad y dignidad de tu palabra, sorprendido te dice: «¿Cómo, Tú eres rey?» (Jn 18, 37) Y Tú: «Es como tú lo dices, Yo lo soy, y he venido al mundo para dar testimonio de la Verdad». (Jn 18, 37) Y Pilatos sin querer saber más y convencido de tu inocencia, sale a la terraza y dice: «Yo no encuentro culpa alguna en este hombre». (Jn 18, 38) Los judíos enfurecidos te acusan de tantas otras cosas, y Tú callas y no te defiendes, y reparas las debilidades de los jueces cuando se encuentran de frente a los poderosos y sus injusticias, y ruegas por los inocentes oprimidos y abandonados. Entonces Pilatos al ver el furor de tus enemigos y para desentenderse te envía a Herodes».
“Caifás, a los reflejos de tu luz se ciega más y te pregunta: “Así que Tú realmente eres el verdadero Hijo de Dios?” Y Tú: “Si, Yo soy el verdadero Hijo de Dios”. Y sin querer saber más, Caifás confirma tu sentencia de muerte y te envía a Pilatos. Y Tú, aceptas está sentencia con amor y resignación, reparando todos los pecados hechos deliberadamente y con toda malicia, y por aquellos que en vez de afligirse por el mal, se alegran y exultan por el mismo pecado, y esto los lleva a la ceguera y a sofocar cualquier luz y gracia en ellos.
«Mi Jesús, maestro divino, ya que en esta prisión tenemos una hora libre y estando solos, quiero hacer no sólo lo que haces Tú, sino limpiarte, reordenarte los cabellos y fundirme en todo Tú, por eso me acerco a tu santísima cabeza y reordenándote los cabellos quiero repararte por tantas mentes trastornadas y llenas de tierra, que no tienen ni un pensamiento para Ti; y fundiéndome en tu mente quiero reunir en Ti todos los pensamientos de las criaturas y fundirlos en tus pensamientos, para encontrar suficientes reparaciones por todos los malos pensamientos, por tantas luces e inspiraciones sofocadas. Quisiera hacer de todos los pensamientos uno solo con los tuyos para darte verdadera reparación y perfecta gloria».
Lc. 15, 1-3,11-32 – Lectura de Libro de Cielo Vol. 25 · Diciembre 21, 1928
Como los peces se deslizan en las aguas del mar, y así como las aguas del mar forman la vida de los peces, la guía, la defensa, el alimento, el lecho, el palacio de estos peces, tanto que si salen del mar pueden decir: «Nuestra vida ha terminado porque hemos salido de nuestra heredad, de la patria que nos dio nuestro Creador. Así estas olas altísimas de llamas que salían de estos mares de fuego, con el devorar a estas criaturas querían ser la vida, la guía, la defensa, el alimento, el lecho, el palacio, la patria de las criaturas, y si salen de este mar de amor encuentran la muerte de un solo golpe, y el pequeño niño Jesús llora, gime, ruega, grita y suspira porque no quiere que ninguno salga de estas sus llamas devoradoras, porque no quiere ver morir a ninguno».
Jesús en medio de los soldados es escarnecido y maltratado. Su silencio es respecto a su honor, su gloria, su potencia; en cambio su elocuencia se manifiesta en su paciencia, sus humillaciones, sus llagas, su aniquilamiento. Jesús nos enseña a sufrir, no mirando a quien me hace sufrir, sino mirando el bien que sacaré de mi sufrimiento, la salvación de las almas. Reparamos en esta hora los pecados nocturnos contra el Santísimo Sacramento y los pecados de quienes sucumben en la prueba. Jesús me pongo en tu lugar y tomo tu amor que repara mis ofensas.
“Hija mía, no he hecho nada de mal y he hecho todo, oh, mi delito es el amor, que contiene todos los sacrificios, el amor de costo inmensurable. Estamos aún al principio; tú estate en mi corazón, observa todo, ámame, calla y aprende; haz que tu sangre helada corra en mis venas para dar alivio a mi sangre que es toda llamas; haz que tu temblor corra en mis miembros a fin de que fundida en Mi puedas afirmarte y calentarte para sentir parte de mis penas, y al mismo tiempo adquirir fuerza al verme sufrir tanto; esta será la más bella defensa que me harás; sé fiel y atenta. ¡Ah! hija, ¿quieres saberlo? Oigo la voz de Pedro que dice no conocerme y ha jurado, ha jurado en falso, y por tercera vez, que no me conoce. ¡Ah! Pedro, ¿cómo? ¿No me conoces? ¿No recuerdas con cuántos bienes te he colmado? ¡Oh, si los demás me hacen morir de penas, tú me haces morir de dolor”.
“Mi Jesús, te abrazo, es más, quiero hacer un apoyo con mi ser; te ofrezco mi mejilla con ánimo y pronta a soportar cualquier pena por amor tuyo; te compadezco por este ultraje, y junto contigo te reparo las timideces de tantas almas que fácilmente se desaniman, por aquellos que por temor no dicen la verdad, por las faltas de respeto debido a los sacerdotes, y por todas las faltas cometidas por murmuraciones”.
“Oh amor incomparable, Tú quedas todo bañado y como cubierto por aquellas aguas pútridas, nauseantes y frías, y en este estado representas a lo vivo el estado deplorable de las criaturas cuando cometen el pecado. ¡Oh, cómo quedan cubiertas por dentro y por fuera con un manto de inmundicias, que dan asco al Cielo y a cualquiera que pudiese verlas, para quitarnos este manto de inmundicias Tú permites que los enemigos te arrojen en ese torrente, y todo sufres para reparar por los sacrilegios y las frialdades de las almas que te reciben sacrílegamente y que te obligan a que entres en sus corazones, peores que el torrente, y que sientas toda la náusea de sus almas”.
8ª HDP – De las 12 de la noche a la 1 de la mañana
“Y ellos, pérfidos e ingratos, en vez de caer humildes y palpitantes a tus pies y pedirte perdón, abusando de tu bondad y despreciando gracias y prodigios te ponen las manos encima y con sogas y cadenas te atan, te inmovilizan, te arrojan por tierra, te pisotean bajo sus pies, te arrancan los cabellos, y Tú, con paciencia inaudita callas, sufres y reparas las ofensas de aquellos que a pesar de los milagros, no se rinden a tu gracia y se obstinan de más. Con tus sogas y cadenas consigues del Padre la gracia de romper las cadenas de nuestras culpas, y nos atas con la dulce cadena del amor. Y corriges amorosamente a Pedro que quiere defenderte, y llega hasta cortar una oreja a Malco; quieres reparar con esto las obras buenas que no son hechas con santa prudencia, y que por demasiado celo caen en la culpa”.
«Hija, ¿estás aquí? ¿Has sido entonces espectadora de mis penas y de las tantas muertes que he sufrido? Debes saber, oh hija, que en estas tres horas de amarguísima agonía he reunido en Mí todas las vidas de las criaturas, y he sufrido todas sus penas y sus mismas muertes, dando a cada una mi misma vida. Mis agonías sostendrán las suyas; mis amarguras y mi muerte se cambiarán para ellas en fuente de dulzura y de vida. ¡Ah, cuánto me cuestan las almas! ¡Si fuese al menos correspondido! Por eso tú has visto que mientras moría, volvía a respirar, eran las muertes de las criaturas que sentía en Mi».
Lc. 13, 1-9 – Lectura de Libro de Cielo Vol. 12 Septiembre 28, 1917
Los actos hechos en la Divina Voluntad son soles que iluminan a todos, y servirán para hacer que se salve quien tenga un poco de buena voluntad. Dice Jesús “Los actos hechos en mi Voluntad son como soles que iluminan a todos, y mientras dura el acto de la criatura en mi Voluntad, un sol de más resplandece en las mentes ciegas, y quien tiene un poco de buena voluntad encontrará luz para salvarse del precipicio, los demás, todos perecerán, por eso en estos tiempos de densas tinieblas, cuánto bien hacen los actos de la criatura hechos en mi Voluntad, quien se salve será únicamente en virtud de estos actos”.
Oh Jesús, delicia de mi corazón, veo que la multitud de todos los pecados, nuestras miserias, nuestras debilidades, los más enormes delitos, las más negras ingratitudes, te vienen al encuentro, se arrojan sobre ti y te aplastan, te hieren, te muerden… Y Tú, ¿qué haces? La sangre que te hierve en las venas hace frente a todas estas ofensas, rompe las venas y en copiosos arroyos brota fuera, te empapa todo y corre hasta la tierra, dando sangre por ofensas, Vida por muerte… ¡Ah, a qué estado te veo reducido, estás expirando ya! Oh bien mío, dulce vida mía, no te mueras, levanta la cara de esta tierra que has mojado con tu sangre preciosísima, ven a mis brazos y haz que yo muera en vez de ti… Pero oigo la voz trémula y moribunda de mi dulce Jesús, que dice: «¡Padre, si es posible, pase de Mí este cáliz, pero hágase no mi voluntad sino la Tuya!» Ya es la segunda vez que oigo esto de mi dulce Jesús. ¿Pero que es lo que me quieres hacer comprender con estas palabras: «Padre, si es posible pase de Mí este cáliz?» Oh Jesús, se te hacen presentes todas las rebeliones de las criaturas, ves por casi todas rechazado aquel «Hágase tu Voluntad» que debía ser la vida de cada criatura, y éstas, en vez de encontrar la vida, encuentran la muerte; y Tú, queriendo dar la vida a todas y hacer una solemne reparación al Padre por las rebeliones de las criaturas, por tres veces repites: «¡Padre, si es posible pase de Mí este cáliz», es decir, «el cáliz amargo de que las almas, separándose de nuestra Voluntad, se pierdan». «Este cáliz es para Mí muy amargo; sin embargo, no se haga mi voluntad, sino la Tuya».
“Hija, ¿estás aquí? ¡Ah! te estaba esperando, y era ésta la tristeza que más me oprimía, el total abandono de todos, y te esperaba a ti para hacerte ser espectadora de mis penas. Hija mía, ¿quieres saber quién me atormenta más que los mismos verdugos? Es más, estos verdugos son nada en comparación de esto. Es el amor eterno que queriendo el primado en todo, me está haciendo sufrir todo junto y en las partes más íntimas lo que los verdugos me harán sufrir poco a poco”.
“El Padre se enternece ante la voz tierna y afectuosa del Hijo, y desciende del Cielo. Está ya sobre el altar y unido con el Espíritu Santo para concurrir con el Hijo. Y Jesús con voz sonora y conmovedora pronuncia las palabras de la consagración, y sin dejarse a Sí mismo, crea a Sí mismo en aquel pan y en aquel vino. Después te das en comunión a tus apóstoles, y creo que nuestra Celestial Mamá no quedó privada de recibirte. ¡Ah Jesús, los Cielos se postran, y todos te mandan un acto de adoración en tu nuevo estado de tan profundo aniquilamiento!”
“Oh Jesús, ya llegas al cenáculo junto con tus amados discípulos y te pones a cenar con ellos. Qué dulzura, qué afabilidad no muestras en toda tu persona al abajarte a tomar por última vez el alimento material. Allí todo es amor en Ti, también en esto no sólo reparas por los pecados de gula, sino que impetras también la santificación del alimento, y así como éste se convierte en fuerza, así nos obtienes la santidad hasta en las cosas más bajas y más comunes (…). Oh Jesús, mientras permanezco en tu corazón, dame también a mí el alimento como se lo diste a los apóstoles, el alimento de tu divina Voluntad, el alimento del amor, el alimento de la palabra divina. Jamás me niegues, oh mi Jesús, este alimento que Tú tanto deseas darme, de modo de formar en mí tu misma vida”.
“Mi adorable Jesús, mientras junto contigo he tomado parte en tus dolores y en los de la afligida Mamá, veo que te decides a partir para ir a donde el Querer del Padre te llama. Es tanto el amor entre Hijo y Madre que os vuelve inseparables, por lo que Tú te quedas en el corazón de la Mamá, y la Reina y dulce Mamá se deja en el tuyo, de otra manera os habría sido imposible el separaros.
(…) ¡ah! todo me dice cuánto la amas y cuánto sufres al dejarla, pero para cumplir la Voluntad del Padre, con vuestros corazones fundidos el uno en el otro, a todo os sometéis, queriendo reparar por aquellos que, por no vencer las ternuras de los parientes y amigos, los vínculos y los apegos, no se preocupan por cumplir el Querer Santo de Dios y corresponder al estado de santidad al que Dios los llama. ¡ ¡Qué dolor no te dan estas almas al rechazar de sus corazones el amor que quieres darles”.
«Oh dulce Mamá, después de haber girado y vuelto a girar para pedir a la Trinidad Sacrosanta, a los ángeles, a todas las criaturas, a la luz del sol, al perfume de las flores, a las olas del mar, a cada soplo de viento, a cada llama de fuego, a cada hoja que se mueve, al centellear de las estrellas, a cada movimiento de la naturaleza un “te bendigo”, vengo a Ti y uno mis bendiciones a las tuyas».
Lc. 9, 28b-36. Lectura de Libro de Cielo Vol 21 – Marzo 22, 1927
Efectos de cuando surge el Sol de la Divina Voluntad en el alma.
“Así, en cuanto surge mi Querer, todos los actos humanos quedan investidos de luz, toman su puesto de honor en mi Voluntad, cada uno recibe su especial tinte de belleza y la vivacidad de los colores divinos, de modo que el alma queda transfigurada y cubierta de una belleza indescriptible. Conforme surge el Sol de mi Querer pone en fuga todos los males del alma, quita el sopor que han producido las pasiones, más bien ante la luz del Fiat Divino las mismas pasiones besan aquella luz y ambicionan convertirse en virtudes para hacer homenaje a mi eterno Querer; en cuanto Él surge todo es alegría, y las mismas penas que, como mares en la noche dan temor a las pobres criaturas, si surge mi Querer pone en fuga la noche de la voluntad humana y quitando todo temor forma su fondo de oro en aquellas penas y con su luz inviste las aguas amargas de las penas y las cristaliza en mares de dulzura, de modo de formar un horizonte encantador y admirable, ¿qué no puede hacer mi Querer? Todo puede hacer y todo puede dar, y donde surge hace cosas dignas de nuestras manos creadoras”.
“Hija mía, en recompensa por haber escrito las horas de mi Pasión, por cada palabra que has escrito te daré un beso, un alma”. Y yo: “Amor mío, esto a mí, y a aquellos que las harán, ¿qué les darás?” Y Jesús: “Si las hacen junto Conmigo y con mi misma Voluntad, por cada palabra que reciten les daré también un alma, porque toda la mayor o menor eficacia de estas horas de mi Pasión está en la mayor o menor unión que tienen Conmigo, y haciéndolas con mi Voluntad, la criatura se esconde en mi Querer, y actuando mi Querer puedo hacer todos los bienes que quiero, aun por medio de una sola palabra, y esto cada vez que las hagan”.
“Hija mía, quien piensa siempre en mi Pasión forma en su corazón una fuente, y por cuanto más piensa en ella, tanto más esta fuente se agranda, y como las aguas que brotan son aguas comunes a todos, así esta fuente de mi Pasión que se forma en el corazón sirve para bien del alma, para gloria mía y para bien de las criaturas”. Y yo: “Dime bien mío, ¿qué cosa darás en recompensa a aquellos que harán las horas de la Pasión como Tú me las has enseñado?” Y Él: “Hija mía, estas horas no las consideraré como cosas vuestras, sino como hechas por Mí, os daré mis mismos méritos como si Yo estuviera sufriendo en acto mi Pasión y los mismos efectos según las disposiciones de las almas, esto en la tierra, premio mayor no podría darles; luego en el Cielo a estas almas me las pondré de frente, saeteándolas con saetas de amor y de contentos por cuantas veces han hecho las horas de mi Pasión, y ellas me saetearán a Mí. ¡Qué dulce encanto será esto para todos los bienaventurados!”
«Hija mía, me es tan querido quien siempre va pensando en mi Pasión y siente desagrado y me compadece, que me siento como retribuido por toda lo que sufrí en el curso de mi Pasión, y el alma rumiándola siempre viene a formar un alimento continuo, en el que hay tantos diversos condimentos y sabores que producen diversos efectos. Así que si en el curso de mi Pasión me dieron cadenas y cuerdas para atarme, el alma me desata y me da la libertad; aquellos me despreciaron, me escupieron y me deshonraban, ella me aprecia, me limpia de esas escupitinas y me honra; aquellos me desnudaron y me flagelaron, ella me cura y me viste, aquellos me coronaron de espinas tratándome como rey de burla, me amargaron la boca con hiel y me crucificaron, el alma rumiando todas mis penas me corona de gloria y me honra como su Rey».
Volumen 11 – Septiembre 6, 1913 “Hija mía, con las oraciones indulgenciadas se gana alguna cosa, en cambio las horas de mi Pasión, que son mis mismas oraciones, mis reparaciones y todo amor, han salido propiamente del fondo de mi corazón. ¿Has acaso olvidado cuántas veces me he unido contigo para hacerlas juntos y he cambiado los flagelos en gracias para toda la tierra? Por eso es tal y tanta mi complacencia, que en lugar de las indulgencias le doy al alma un puñado de amor, que contiene precio incalculable de infinito valor, y además, cuando las cosas son hechas por puro amor, mi Amor encuentra en eso su desahogo, y no es indiferente que la criatura dé alivio y desahogo al Amor de su Creador”.
“Hija mía, mi primera Pasión fue el amor, porque el hombre al pecar, el primer paso que da en el mal es la falta de amor, por lo tanto, faltando el amor se precipita en la culpa; (…) El segundo paso que sucede en la culpa es defraudar la gloria de Dios, y el Padre para rehacerse de la gloria quitada por las criaturas me hizo sufrir la Pasión del pecado, esto es, que cada culpa me daba una pasión especial; (…) El tercer efecto que produce la culpa es la debilidad en el hombre, y por eso quise sufrir la Pasión por manos de los judíos, esta es mi tercera Pasión, para rehacer al hombre de la fuerza perdida”.
«Con todo el bien de mi Pasión se ven almas débiles, ciegas, sordas, mudas, cojas, cadáveres vivientes que dan repugnancia, porque mi Pasión ha sido puesta en el olvido. Mis penas, mis llagas, mi sangre, son fuerza que quita las debilidades, luz que da vista a los ciegos, lengua que desata las lenguas y abre el oído, es medio que endereza a los cojos, vida que resucita los cadáveres. Todos los remedios necesarios a la humanidad están en mi Vida y en mi Pasión, pero la criatura desprecia la medicina y no pone atención a los remedios, por eso se ve que con toda mi Redención, el hombre perece en su estado como afectado por una tisis incurable.»
Lc 4, 1-13 – Libro de Cielo Vol. 22 – Septiembre 8, 1927
Significado de los cuarenta días en el desierto.
“Yo fui al desierto para llamar de nuevo a mi misma Voluntad Divina, que por cuarenta siglos las criaturas habían desterrado de en medio de ellas, y Yo por cuarenta días quise estarme solo, para reparar los cuarenta siglos de voluntad humana en los cuales la mía no había poseído su reino en medio a la familia humana, y con mi misma Voluntad Divina la quise llamar de nuevo en medio a ellos para hacer que reinara. Al regresar del desierto la deposité en mi Mamá con todos los actos de Voluntad Divina que las criaturas habían rechazado y tenido como en el desierto, a fin de que fuera Ella la fiel depositaria, la reparadora y la imploradora del Reino de mi Voluntad”.
Volumen 6 – Mayo 30, 1904 “Hija mía, cuánta ruina hace en el alma la soberbia, basta decirte que forma un muro de división entre la criatura y Dios, y de imágenes mías las transforma en demonios. Y además, si tanto te duele y te desagrada que las criaturas sean tan ciegas que ellas mismas no entiendan ni vean el precipicio en el cual se encuentran, y tanto deseas que Yo las ayude, mi Pasión sirve como vestido al hombre, que le cubre las más grandes miserias, lo embellece y le restituye todo el bien que por el pecado se había quitado y había perdido, por lo cual Yo te hago don de mi Pasión, a fin de que te sirva a ti y para quien quieras tú”.
“Hija mía si tú supieras la gran complacencia que siento al verte repetir éstas horas de Mí Pasión y siempre repetirlas, y de nuevo repetirlas, quedarías feliz. Es verdad que mis santos han meditado mi Pasión y han comprendido cuánto sufrí y se han deshecho en lágrimas de compasión, tanto, de sentirse consumar de amor por mis penas, pero no lo han hecho así de continuo y siempre repetido con este orden, así que puedo decir que tú eres la primera que me da este gusto tan grande y especial, y al ir desmenuzando en ti hora por hora mi Vida y lo que sufrí, Yo me siento tan atraído, que hora por hora te voy dando el alimento y como contigo el mismo alimento, y hago junto contigo lo que haces tú. Debes saber que te recompensaré abundantemente con nueva luz y nuevas gracias, y aun después de tu muerte, cada vez que sean hechas por las almas en la tierra estas horas de mí Pasión, Yo en el Cielo te cubriré siempre de nueva luz y gloria”.
“Hija mía, el primer significado de la Pasión contiene gloria, alabanza, honor, agradecimiento, reparación a la Divinidad. El segundo es la salvación de las almas y todas las gracias que se necesitan para obtener esta finalidad. Entonces, quien participa en las penas de mi Pasión, su vida contiene estos mismos significados, no sólo, sino que toma la misma forma de mi Humanidad, y como dicha Humanidad está unida con la Divinidad, también el alma que participa en mis penas está en contacto con la Divinidad y puede obtener lo que quiere. Es más, sus penas son como llaves para abrir los tesoros divinos, esto mientras vive acá abajo, y después allá en el Cielo también le está reservada una gloria distinta que le es dada por mi Humanidad y Divinidad, en modo de semejarse a mi misma luz y gloria, y será una gloria más especial para toda la corte celestial, que le será dada por medio de esta alma, por lo que Yo le he comunicado, porque por cuantas más almas se han semejado a Mí en las penas, tanto más de dentro de la Divinidad saldrá luz y gloria, y toda la corte celestial participará de esta gloria”.
“Hija mía, el mundo se ha desequilibrado porque ha perdido el pensamiento de mi Pasión. En las tinieblas no ha encontrado la luz de mi Pasión que lo ilumine, que haciéndole conocer mi Amor y cuántas penas me cuestan las almas, pueda reaccionar y amar a quien verdaderamente lo ha amado, y la luz de mi Pasión, guiándolo, lo ponía en guardia de todos los peligros; en la debilidad no ha encontrado la fuerza de mi Pasión que lo sostenga; en la impaciencia no ha encontrado el espejo de mi paciencia que le infunda la calma, resignación, y ante mi paciencia, avergonzándose tenga como un deber dominarse a sí mismo; en las penas no ha encontrado el consuelo de las penas de un Dios, que sosteniendo las suyas le infunda amor al sufrir; en el pecado no ha encontrado mi santidad, que haciéndole frente le infunda odio a la culpa”.
Volumen 7 – Mayo 6, 1906 “Hija mía, así como el pan material es alimento y vida del cuerpo, y no hay partícula del cuerpo que no reciba vida de este pan, así Dios es alimento y vida del alma, y no debe haber partícula que no tome vida y alimento de Dios, esto es, animar a todo sí mismo en Dios, como nutrir sus deseos en Dios, los afectos, las inclinaciones, el amor, hacerlos tomar vida y alimento en Dios, de modo que ningún otro alimento debería gustar que Dios solo, pero, ¡Oh, cuántos hacen que sus almas se alimenten de toda clase de porquerías!”